Remember Quaero, remember Kelifinder

En 2006, una ministra de vivienda de un gobierno que vino a salvarnos de nosotros mismos, creyó que el problema de la independencia de los jóvenes y su acceso a la vivienda que no podían pagar era algo que el Gobierno podía resolver.

En algún despacho del ministerio, en alguna reunión con expertos, en algún lado, alguien debió encontrar la solución mágica: creemos un portal web en el que puedan encontrar información a su medida. Dense cuenta: era 2006, se nos llamaba internautas e internet era la forma de llegar a los jóvenes.  Se sigue diciendo. Más de uno, en medio de la publicidad institucional televisiva y por otros medios, señalaba qué sentido tenía crear algo que ya el mercado estaba proporcionando: no sólo el célebre Idealista ya existía, sino que espacios como Fotocasa y otras ofertas del mercado, también. Es decir: la sociedad civil, los particulares, si les ofende la palabra mercado, ya tenían el problema de la búsqueda de vivienda resuelto. Teniendo en cuenta la tendencia al efecto red en esto de internet, pretender tener más audiencia, capacidad de atraer oferta inmobiliaria que los consolidados, a falta de otros argumentos de más enjundia cómo qué hace el gobierno compitiendo contra empresas privadas, ya era de por sí absurdo. La propaganda puede más.

Hoy, si buscas Kelifinder.com, encontrarás un dominio muerto y el rastro de las noticias que generó. Se gastó nuestro dinero (lo recaudado por impuestos es nuestro dinero) en contratos con empresas de desarrollo y publicidad que seguro que tuvieron un buen mes: si el estado paga con pólvora del rey, hacer advertencias de la inutilidad del intento, pues es pegarse un tiro en el pie y hay que pagar nóminas. Hace unos días, parte del accionariado de Idealista vendió su participación por 1.300 millones de euros. Lean bien, mil trescientos millones: Kelifinder no está, Idealista sube su valor y lo pagan porque los que compran no regalan. Lean todavía mejor: cliquen el enlace y verán que la noticia la proporciona RTVE y una búsqueda posterior permitirá ver que la misma noticia la publican cientos más de medios que… no son del estado. Una vez más, con nuestro dinero se hacen cosas que ya resuelve la vida mercantil.

Hablando de búsquedas, es bueno recordar que la Unión Europea, en especial su parte francesa, observó con preocupación y detenimiento que algo como la búsqueda en internet estaba en manos (y sigue) de algo llamado Google, problema que la superioridad cultural europea y su futura prosperidad, no se podían permitir. Eran las mismas fechas. Por supuesto, se regó de dinero público y fue liderado y participado por enormes corporaciones tecnológicas europeas de las que cobran horas hombre. Si alguien llegó a usar alguna vez Quaero, que levante la mano por favor.

Hoy la prensa digital (¿existe otra ya?), tan ciertamente proclive a pedir dinero del maná de la publicidad institucional para pagar sus facturas, presenta con grandes titulares que el gobierno vigente, con muchos deseos igualmente de salvarnos de nosotros mismos, solicita ayuda a las Big Four para llevar proyectos a Bruselas y no perder fondos UE. ¿Qué puede ir mal?. Seguramente, podremos encontrar a esas Big Four y otras igual de Big y seguramente no tan glamourosas en el famoso cártel de las consultoras (el parecido con el narcotráfico se queda en el palabra cártel, o eso espero), ese entramado para repartirse las dádivas tecnológicas administrativas. Antes de indignarse por las malas prácticas de estas empresas, que se debe, mejor preguntémonos qué clase de incentivos perversos tienen esas compras gubernamentales para llegar a pactar de esa forma y que esas empresas no se destrocen entre sí en su intento de dar valor a sus accionistas.

Hace unos pocos años un director general de un ministerio (es decir, un puesto político-administrativo, no un gestor de una cuenta de resultados) visitó la firma en la que trabajaba, con cierta reputación digital, para conversar sobre qué hacer con un célebre evento digital que, por supuesto, ya no existe. El evento había sido estupendo en el pasado, no sólo te encontrabas a todos tus amigos y a los pioneros del mundo digital, sino a todos los que se oponían (periodistas, trabajadores de la cultura enmascarados en buscadores de subvenciones y sociedades de autores perseguidoras de ciudadanos de a pie), sino que había canapés de Mallorca, grandes conferenciantes internacionales y unidades móviles como para retransmitir un partido de fútbol para hacer streaming. Con su área de emprendedores, por supuesto, que no veían un duro (para los genZ, cinco pesetas de antes). La impresión que me quedó de la reunión es que tenían dinero, que no sabían que hacer con él y que, claro está, antes de no gastarlo hay que inventar lo que sea. Fiesta.

Jesús Encinar, que es el fundador del Idealista que acaba de poner en semejante valor, escribía en ¡2009! lo siguiente:

Creo que la actuación pública para promover la creación de empresas de tecnología e innovación no debe venir de la mano de centros regionales de desarrollo (gasto), parques tecnológicos (gasto) ni subvenciones (gasto). Lo mejor que se puede hacer es eliminar los incontables obstáculos que los emprendedores encontramos por parte del Estado y las entidades públicas a la hora de hacer realidad nuestro sueño.

Y propone, en ese mismo artículo medidas que seguirían siendo válidas hoy: un esquema fiscal que permita Planes de Opciones, contratos laborales que puedan deshacerse sin problemas en caso que el negocio no salga, devolver el IVA mensualmente a las empresas sus primeros años de vida. Es decir, el gobierno haciendo cosas de gobierno, no de empresarios (usted, yo, su vecino).

Benito Arruñada, en un lúcido artículo proféticamente titulado «Cómo no derrochar la ayuda europea» escribía:

…a ninguno de nuestros gobiernos ni a la pléyade de buscadores de rentas se le ocurre una solución descentralizada y mucho más simple y democrática (y que sí se proponen aplicar Francia e Italia): dedicar los fondos a reducir impuestos (sobre todo al empleo, dada su penosa situación)

No, no ocurrirá. Tendremos proyectos. El mismo gobierno que busca proyectos ha sido incapaz, en la era del big data, de dar unos datos sobre la pandemia coherentes y usables. Ese gobierno tiene un ministerio y una secretaría de estado con el nombre en la puerta y en los carteles que adornan toda oficina pública de transformación digital y ha sido incapaz de producir una aplicación de rastreo en tiempo y forma y, lo que es más importante, que los españoles se la descarguen. Qué puede ir mal.

 

Esta entrada fue publicada en Otros escritos. Ir al permalink.Tanto los comentarios como los trackbacks están cerrados.