La anormalidad digital convertida en vida cotidiana

Mi sobrino de catorce años me habla de los youtubers como si fueran una moda que me tuviera que explicar a mi, vetusto y canoso  ser de otra generación. Otro sobrino de quince años se dedica a hacer una especie de gamberradas con colegas, grabarlas en vídeo y remezclar varios temas de house y electro house como para hacer las delicias de Zemos y subirlos igualmente a YouTube. Y me hablan de estos géneros musicales como si, claro, uno no hubiera podido vivir semejante cosa. Para qué hablarle de la teoría de la remezcla o de la Yellow Magic Orchestra, hasta del «I Feel Love» de Donna Summer.

Varias productoras de las de postín profesional y televisivo me relatan sus proyectos con YouTube para crear estructuras de canales y contenidos con intenciones y formas parecidas a lo que hace Maker en EE.UU. Por supuesto, con propuestas de empleo de medios sociales intensiva, la esperanza de generar cualquier día dinero publicitario (sí, Google ha tenido que ser muy convincente, pues todos se sienten muy esperanzados) y, por supuesto, la ilusión de un día cualquiera tener una alternativa a la cadena de televisión establecida, esa que reclama los derechos de internet de todo lo que hacen.

Los estudios de espectadores multitarea y sociales refrendan lo que sospechábamos: lo inevitable de usar gadgets de todo tipo para consultar y hacer otras cosas mientras las señales luminosas que han superado a los rayos catódicos se arrojan sobre sus sofás. Y no pueden dejar de hacer cosas en las que vinculan a la gente que ya conocen en sus oficinas, aulas y barras de copas: por qué iba a ser de otra manera si ya se hacía en el patio del colegio en los tiempos de un canal y medio. Me detengo mentalmente mientras me lo relatan y reparo en que hablan de buscar inserciones publicitarias aprovechando la coexistencia televisión-gadget-interacción. Y el quid de todo es la palabra publicitaria. Como lo son los pioneros devorados por los cocodrilos.

La anormalidad y el friquismo se han convertido en el pan nuestro de cada día. Unos han crecido dando por hecho que cuando despertaron YouTube ya estaba allí. Otros no miran a extemporáneos hackers que violan derechos de autor sino a plataformas donde hasta ellos encuentran lo que no podían ver. Y el discurso que parecía que iba a derribar la publicidad de toda la vida por su intrusión, su molestia y, por qué no, su deshonestidad genética, ni siquiera forma parte de las charlas de café: la cuestión es por donde meterla y conseguir un poco de atención. Lo que se llamó revolucionario está terminando por ser algo verdaderamente cotidiano.

Una amistad me reprende siempre proclamando la falsa rebeldía de mi persona. La pose inconfesable de alguien exacerbadamente estable y conservador. Lo digital iba a ser revolucionario pero la revolución parece hecha sin alterar algunas estructuras profundas. ¿O sí? La melancolía es mala cosa (contra la Sgae vivíamos mejor) y el presente, a pesar de todo, fascinante.

Creo que me voy a Arduino.

Esta entrada fue publicada en Otros escritos y clasificada en , , , , , . Ir al permalink.Tanto los comentarios como los trackbacks están cerrados.

7 Comentarios

  1. Publicado 20 enero, 2013 en 10:42 | Permalink

    Ayer noche me contaban como en una clase de sexualidad para adolescentes rulaba un video que habían localizado en YouTube de una tipa cagando intestinos… Le preguntaban a la profe si podía explicar de que iba eso. En otra reunión con unos adolescentes me enseñaban partiéndose la caja un vídeo de un tipo en Afganistán con la cabeza abierta y que al trasladarle se le salían los cerebros… Se comentaba horrorizado que YouTube había derribado todos los filtros y acompañamiento, entre otras cosas.

    Mientras tanto, el viernes por la tarde, mientras mi hijo y yo mirábamos enciclopedias de animales en la biblioteca infantil del Conde Duque, un padre «enchufaba» a sus hijos a YouTube para ver porrazos deportivos y otras cositas…

    YouTube es el cordón umbilical de la sociedad actual y nos retrata, con sus contadores de vistas, como somos. Mientras escuchas a marcas y organizaciones intentando hacer sus vídeos virales (o sea, ser muy muy muy vistos), lo verdaremanete viral es la estupidez (sobre todo de las marcas, que son personas corporativas). Eso si, mientras tanto, puedes compartir con tus colegas imágenes de los shows de Kraftwerk en 3D o prácticamente cualquier maravilla musical a tiro…

    Como les dije a YouTube persona corporativa en una de sus presentaciones, el usuario ha construido en su canal vídeo una realidad fascinante, y una utopia Asimoviana hecha realidad: la mayor libreria musical libre (o pirata) de la historia.
    Es lo que más me pone de YouTube.

    TO BE CONTINUED

    • Publicado 20 enero, 2013 en 10:58 | Permalink

      Lo que me derrota del sobri es la vinculación Jackass/House (no, no el doctor). Más aún, la admisión de que es la persecución de la gilipollez lo que le mueve ( la panda de zangolotinos que espera de sus habilidades editoras, también y sin rubor). Pero, mientras, aprende a editar y samplear con fruición. Mantiene esa cosa adolescente de que los ojos adultos (su tío, su padre…, vaya) no interrumpan semejante orgía de libertad que, por supuesto, forman parte de crear una identidad propia alejada del coñazo familiar, algo que todo psicólogo sabrá explicar y todo al que la vida le pasa por encima sabe reconocer con aquello de yo también fui….

      Sólo le falta decidir que lo que mezcla sea algo que lanza al mundo porque quiere decírselo al mundo y no a la panda de zangolotinos a secas. Y esa es la apuesta al optimismo más grande.

      PD: obviamente, copia, imita y piratea sin ningún rubor o conciencia de ello, lo que es más estimulante. Es como se aprende y es bonito que ni siquiera sea, en realidad, consciente.

  2. Publicado 20 enero, 2013 en 11:14 | Permalink

    Supongo que lo conoces, yo lo programé en un Documenta. Habla sobre estas cosillas y Andreas es un figura…

    http://www.goodcopybadcopy.net/

    • Publicado 20 enero, 2013 en 13:44 | Permalink

      ¡Hombre, claro! Todo eso, como el RIP Manifesto y varios más formaban parte de la cultura geek y las referencias constantes de cómo construir internet, los blogs, etc., etc…. hasta que Facebook lo jodió todo.

  3. Publicado 23 enero, 2013 en 13:28 | Permalink

    Me temo que algo de eso que tú comentas, sobre los adolescentes, es de lo poco que hace moverse el “mundo”. Por eso, yo recomendaría a tus sobrinos, que se diesen un paseíto por las sesudas reuniones de los nuevos grupos de trabajo –CINCO- que intentan modificar, de nuevo, la normativa audiovisual para inventar, de nuevo, la televisión de los 70…. Hasta aquí, nada de nuevo (que miedo se tiene a lo nuevo coño!!). Por eso tus sobris podrían, al menos, reinventar la telele de los 70 pero sin la prospectiva de la “memoria familiar” , es decir, la “tele de salón” la tele de esa familia que tus sobris considera que no les atiende con la suficiente “admiración” con la que espera respuesta en yuotube…. Y aquí, si que podría habría verse algo nuevo…. Al menos que los “reunientes” y los “reunidos” fuesen/mos siempre los mismos desde los tiempos de los tiempos…..
    Ánima a tus subris, ellos SI pueden cambiar las cosas..

2 Trackbacks

  1. […] palabras de Gonzalo Martín reflexionando sobre la anormalidad digital convertida en vida cotidiana me recordaron a las de Eduardo Barreiros dirigidas al Ministerio de Industria y al INI de la […]

  2. Por “Les estoy llamando ineptos a la cara” | IG el 18 abril, 2013 a las 13:22

    […] palabras de Gonzalo Martín reflexionando sobre la anormalidad digital convertida en vida cotidiana me recordaron a las de Eduardo Barreiros dirigidas al Ministerio de Industria y al INI de la […]