En busca de la edad adulta del tratamiento de datos de las redes

El libro de Jordi Pérez Colomé y la campaña electoral a la presidencia de los EE.UU. da más juego todavía para comentar al respecto de redes sociales, conversaciones y el manejo del big data. Éste último caso ha sido comentadísimo y se le han atribuido enormes poderes que, sin embargo, no están del todo claros. No obstante, esta cita es de lo más interesante:

En enero Silvio Berlusconi puso en su cuenta de Facebook un cartel con cuatro políticos de partidos rivales con este mensaje: “No os dejéis engañar por estos cuatro”. Un periódico digital español decía que llevaba 3 mil comentarios y 13 mil “me gusta”, y elogiaba luego “el dominio de las redes sociales del ex primer ministro”. Para la campaña de Obama eso era un juego de niños.

Fíjense: nuestra prensa recoge el estado de opinión normal en el análisis del uso de las redes que podría tener cualquiera de las empresas españolas, la tipología de datos que celebra. El relato, ya lo refleja la cita, apunta a una sofisticación muchísimo mayor: ¿qué tal saber quién fue a votar en un distrito y, analizados todos los datos, determinar qué intereses tiene para generar un contenido o una llamada adecuada a ellos? ¿Qué tal determinar la probabilidad de que sea votante en este caso demócrata y se le pueda llevar a votar? Preguntas como esa, van mucho más allá de un like.

Colofón. En el mismo libro:

“Básicamente descubrimos que nuestro instinto es inútil”

Funciona mejor el tratamiento de datos. El reto que tenemos por delante es construir eso que llamamos gestión de comunidades (quizá más precisamente gestión de audiencias, una comunidad son palabras mayores) a partir de la conducta real y lo que refleja lo que los usuarios dicen y mucho menos por el tino y nuestra. Orientado hacia un propósito. Y no es cosa sencilla.

 

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