Una coda sobre los guruspollas

Alejandro Suárez dedicó su último artículo en El Confidencial a decir cosas que más o menos piensan y pensamos muchos: que aquí hay un exceso de expectativas sobre muchas cosas y demasiada gente apasionada en la venta de esas sobreexpectativas. Otro nombre para el humo. Los ha llamado guruspollas.

Simultáneamente, un colega me cuenta que ha entrevistado a un candidato para su empresa. Le pregunta qué es el RSS y el rostro del entrevistado no necesitó de respuesta: no lo sabía. Exceso de expectativas, guruspollas y parvenús del medio digital, de internet o como se quiera llamarlo, son cosas conectadas.

Suárez efectúa una dura diatriba contra lo que llamamos redes sociales y su poder para generar negocio, muy alejado de lo que se dice que se prometió. El negocio que reclamarían los guruspollas como cierto e inevitable.

A mí me merece el asunto algunos comentarios:

En efecto, los servicios llamados redes sociales están sobrevalorados como medio de generar negocio, especialmente si por negocio entendemos la generación de pedidos o conversiones. Uno cree que la incorporación masiva al uso de internet por la vía del chat y el chascarrillo de enormes masas de población que usaban únicamente el correo electrónico y servicios de mensajería ha traído una desnaturalización de los discursos alrededor de internet.

Así, se ha producido una simplificación de todo, especialmente por los medios periodísticos y por los gestores del marketing y publicidad tradicionales: reducirlo todo a impactos, likes, volúmenes de seguidores y a ilusionarse con que eso son formas de interacción es una de las formas de autoengaño más interesantes de todos los tiempos. Hijo de todo eso, es el candidato que menciono. Como todos los apasionados de los medios sociales que así alardean en sus biografías de twitter, no han entendido el medio en el que están y lo que hace un mundo transformado en bits y conectado por redes. Un servidor se queda en que lo intenta.

En lo que publica la gente y que pone accesible gracias a internet hay masas de información para muchas cosas: montones de personas se forman su opinión sobre productos y servicios antes de acudir a tiendas o profesionales por búsquedas exhaustivas y análisis de opiniones y referencias. Estas son las cosas difíciles de medir y que no sé si generan negocio pero sí influyen en el negocio. Podría decirse de quienes buscan la atención de una empresa y no se dignan a hacerlo por teléfono.

Las tecnologías asociadas a todo lo que comúnmente conocemos como internet hacen mucho más que hacer un retuit, e influyen en cómo trabajamos, investigamos, innovamos y nos relacionamos con el entorno. El entorno son las personas que quieren trabajar con nosotros, proveedores, administraciones públicas, grupos de interés de todo tipo, aliados actuales y futuros, etc. Contienen información para modificar y mejorar nuestros procesos. Capacidad para atraer o modificar la forma de financiar innovación e inversión corriente.

Hasta el comercio electrónico, algo que sí genera negocio de forma innegable, vive dentro del contexto que crea el incesante ruido de estos servicios. Para bien o para mal. Para poquito o un poco más.

¿Cuánto tiene de sureño, mediterráno o latino la enorme presencia en la vida cotidiana de la palabrería digital? Están esas estadísticas que ponen al sur como los territorios más demandantes de este tipo de conectividad tan parecida a la barra de un bar. Lo que nos lleva a que, como tantas veces se recuerda en el mundo de las redes, los bares pasan de moda.

Son muchas mutaciones. Lo que llamamos redes sociales tienen un fuerte componente de venta de crecepelo en las pretensiones de los vividores de ello y de los propios promotores de servicios que cada día parecen más meros soportes de anuncios por palabras. Pero en todos los entornos y sociedades aparecen charlatanes, brujas y adivinos con superpoderes que cobran por sus servicios sin que el mundo se venga abajo.

Mientras, lo que hace la tecnología sigue adelante: muchas invenciones sordas, compañías que crean servicios de todo tipo, mutaciones políticas y sociales, nuevas formas de entender la intimidad y de protegerla. La dificultad del secreto como mayor amenaza a la concepción tradicional a todo lo que se llama gobernanza: de instituciones a sociedades cotizadas.

Lo que ahora llamamos redes sociales son solo un factor en todo esto que no sabremos cómo continuará exactamente, pero seguramente no es descabellado predecir que lo subyacente permanecerá con hábitos y reglas de cortesía probablemente mutantes.

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2 Comentarios

  1. Publicado 17 febrero, 2013 en 11:09 | Permalink

    Intuyo, Gonzalo, que te van a caer leches… por todos lados. Y no faltará razón.

    Tienes razón en mucho de los argumentos —comentarios—, pero no es coherente con lo que se critica.

    Es verdad que las redes sociales, quizás, no tienen efecto directo en la conversión, pero sí que tienen efecto. Además, este efecto es mucho más profundo de lo que todavía muchos piensan.

    Lo que se critica son tontos y vendehumos. No vamos a pecar ahora de inocentes… tontos y vendehumos siempre ha habido —aquí también entran los emprendedores de canapé que, a mí, personalmente, tanto me tocan los cojones. Pero de ahí a legitimarlos…

    A uno ya le dan diez segundos y los cala. Pero, claro, tampoco se es responsable de que 1) algunos vean las redes sociales (el entorno digital, generalizando, aunque mezclemos) como la solución a todos sus problemas; 2) algunos otros les quieran creer. Más que peligroso es molesto y cansino. A veces, demasiado. Y, al final, te obliga a elegir entre centrarte en los transcendental —los verdaderos cambios— o lo superfluo —las tonterías de algunos pocos.

    Ah, y otro apunte: los tiempos que corren son especialmente para tener fe. Algunos se aprovechan de ello.

    Me da la impresión de que sabías que hoy tendrías un domingo tranquilo y… lo querías animar.

    Saludos,

    • Publicado 17 febrero, 2013 en 16:13 | Permalink

      Pues no ha caído ninguna.

      En todo caso, más leches debieran caerle al original. Sugiero leerlo pues, o todo el mundo ya lo había visto, o a la gente le ha encantado clicar algo que pone «pollas»: mis estadísticas sobre clics en el enlace sugiere que pocos se han tomado la molestia. Así como uno o ninguno.

      Por otro lado, una lectura atenta de mi post sugiere precisamente lo que me comentas: que sí tienen efecto pues asumo que la gente presta atención a lo que dicen y publican los demás sobre las cosas (también productos) que les interesan (que querrían comprar).

      Si tiene valor al respecto de la influencia, resultaría que las redes sociales no generan tanta confianza en el lector y que las publicaciones y los sites de los minoristas online y las propias webs de las marcas generan más inluencia en procesos de compra que lo que se ponga en Facebook.

      Me da que la gente, como cuando ve la telebasura, discrimina bastante bien sobre lo que tiene valor para ellos. Las redes que llamamos sociales están repletas de conversaciones sin criterio (o que no están en modo «dar valor» cuando se producen). Y eso el consumidor lo sabe. Pero desde luego que influye como repositorio para llegar a opiniones.

      Yo creo que veremos fenómenos de cambio de bares y más madurez de los usarios. Algo sugiere .

Un Trackback

  1. […] lleva casi siempre asociado un ejercicio de autocomplacencia y egolatría, muy vinculado también al efecto que determinadas redes sociales provocan con su uso. Por tanto, reflexionemos sobre qué efecto queremos crear en nuestro receptor. Personalmente, […]