Salvador Suárez y un servidor de ustedes tuvimos un intercambio de opiniones con un experto en reputación de las organizaciones hace bien poco en Medellín, Colombia. Básicamente el señor nos decía que no existe la reputación digital.
Algo no debió entenderse bien en lo que dijimos -ambos- porque nos parece que la reputación es la reputación y sólo se nos ocurrió aseverar con otras palabras que es bien cierto que el mundo online (digital, cibernético o como lo queramos llamar) influye en cómo se te percibe y se te valora (reputación). Como tantas personas hablan y escuchan en ellos, algo influirá en las percepciones de las personas.
Que las fronteras son difusas y que lo que llamamos on influye en lo off y vicerversa en un mundo donde cada vez es más extraño no informarte de un restaurante en un medio digitalizado, parece un hecho. Se hace para disfrutar de tu experiencia física (off) mientras haces unas fotos a tus amigos y les dices que ese pil-pil sabe a gloria o puede que todo lo contrario.
La convivencia de las amistades, pues, continúa por circuitos eléctricos, como si fuéramos androides de Philip K. Dick. Un acto que tiene una probabilidad considerable de que provoque deseos de comer bacalao, puede que incluso en el mismo sitio del amigo spammer. La reputación en juego a golpe de whatsapp, eso que nadie llama red social.
Si la última nota de este espacio intermitente reflexionaba sobre nuestra tendencia (y la de tantas organizaciones) a separar con estas palabras el mundo real y el anteriormente llamado virtual, pareciera que el destino se ha confabulado para que surja continuidad automática: no es sólo el incidente de Medellín, sino que me encuentro – gracias, José Miguel Guardia – que un artículito del MIT Review ahonda en la herida: «It’s All E-Commerce Now.E-commerce is an idea whose time has come and gone. Here’s why.»
Sospecho que no necesita el lector que insista en el sentido de la cuestión. Además de los datos habituales de cómo la compra física viene precedida de investigación online por parte de todo hijo de vecino, una cita resume la cuestión, la mezcla y fusión irremediable entre eso que llamábamos canales (o partes de la vda) convertido en algo carente de fronteras:
“Retail has become a blur. And the blurring is 100 percent driven by technology»
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Sobre si hay que seguir separando negocios online y offline, otra vez
Salvador Suárez y un servidor de ustedes tuvimos un intercambio de opiniones con un experto en reputación de las organizaciones hace bien poco en Medellín, Colombia. Básicamente el señor nos decía que no existe la reputación digital.
Algo no debió entenderse bien en lo que dijimos -ambos- porque nos parece que la reputación es la reputación y sólo se nos ocurrió aseverar con otras palabras que es bien cierto que el mundo online (digital, cibernético o como lo queramos llamar) influye en cómo se te percibe y se te valora (reputación). Como tantas personas hablan y escuchan en ellos, algo influirá en las percepciones de las personas.
Que las fronteras son difusas y que lo que llamamos on influye en lo off y vicerversa en un mundo donde cada vez es más extraño no informarte de un restaurante en un medio digitalizado, parece un hecho. Se hace para disfrutar de tu experiencia física (off) mientras haces unas fotos a tus amigos y les dices que ese pil-pil sabe a gloria o puede que todo lo contrario.
La convivencia de las amistades, pues, continúa por circuitos eléctricos, como si fuéramos androides de Philip K. Dick. Un acto que tiene una probabilidad considerable de que provoque deseos de comer bacalao, puede que incluso en el mismo sitio del amigo spammer. La reputación en juego a golpe de whatsapp, eso que nadie llama red social.
Si la última nota de este espacio intermitente reflexionaba sobre nuestra tendencia (y la de tantas organizaciones) a separar con estas palabras el mundo real y el anteriormente llamado virtual, pareciera que el destino se ha confabulado para que surja continuidad automática: no es sólo el incidente de Medellín, sino que me encuentro – gracias, José Miguel Guardia – que un artículito del MIT Review ahonda en la herida: «It’s All E-Commerce Now.E-commerce is an idea whose time has come and gone. Here’s why.»
Sospecho que no necesita el lector que insista en el sentido de la cuestión. Además de los datos habituales de cómo la compra física viene precedida de investigación online por parte de todo hijo de vecino, una cita resume la cuestión, la mezcla y fusión irremediable entre eso que llamábamos canales (o partes de la vda) convertido en algo carente de fronteras: