Qué puede una empresa aprender de las redes por el uso espontáneo de Telegram por la policía

Sería más justo decir que del relato que hace un medio, que de lo que se sabe de lo que hace la polícia. Voz Pópuli titula con cierto asombro: “1.200 policías luchan contra la delicuencia a través de redes sociales al margen de sus jefes”.  Cualquier persona que lleve años observando o directamente trabajando con empresas sometidas al vendaval digital (es decir, todas) ya sabrá que los empleados inquietos tienden a crear sus propias redes sin esperar a que alguien se lo permita. Es decir, nada nuevo bajo el sol.

Pero, el hecho de que sea la policía y que el medio lo salude de esta forma da para un cierto análisis partiendo del propio titular. A saber:

“1.200 policías luchan contra la delincuencia”

Es decir, hacen su trabajo: ¿no es luchar contra la delincuencia? Así que trasládelo a su propia empresa. Estoy seguro de que los 1.200 policías (bueno, estoy casi seguro, no he visto sus comunicaciones) también sueltan algún chascarrillo o comentan naderías, pero cuando en su empresa suceda, también están haciendo su trabajo.

La vida es así: lo instrascendente, la cooperación y la comunicación están fuertemente unidas. O dicho de otra manera, si quieres una red que coopera, nadie es trascendente todo el día. Y me atrevo a decir que sin la intrascendencia (la cafetera, la fuente de agua, el portal para el pitillo…) no surgirá la cooperación en red.

“A través de redes sociales”

Al parecer usan Telegram. Lo que nos lleva a la cuestión terminológica de qué es una red social y las sombras que arrojan en los análisis. De entrada, parece que a las aplicaciones de mensajería instantánea ya le les llamamos definitavamente “redes sociales”, quizá porque ahora a todo servicio conectado se le llama así.

¿Qué tiene de bueno? Qué, efectivamente, sí es una red social real. Los policías se conocen entre sí (son camaradas, colegas o compañeros) y usan una herramienta para conectarse. El lado contrario es lo que no es tan correcto: la herramienta no es red social hasta que la red social está en ella. ¿Lección? Cuando quiera montar una red interna no olvide que la tecnología es condición necesaria pero no suficiente: mejor una red de personas ansiosas o capaces de conectarse que la herramienta más maravillosa del mundo vacía.

Segunda lección: gaste dinero y/o esfuerzo en que la gente desee compartir y comunicarse y no se lo gaste todo en la herramienta. El mundo está lleno de intranets y diseños preciosos vacíos como un descampado repleto de escombros. Es más fácil cambiar de herramienta cuando se te queda pequeña que partir de un traje demasiado grande, no te lo pones.

¿Qué tiene de malo? Pues que la terminología “red social” oculta el conjunto de herramientas de comunicación digital y sus fines. Antes de que Twitter fuera considerada una red social se le llamaba “microblogging” y esto era por una razón: se trasladaban reflexiones, pensamientos y mensajes en espacios cortos a diferencia de herramientas más reflexivas y complejas (los blogs).

Y de ahí viene la tercera lección: la tecnología tiene sesgos. De cómo se organice la información y su uso surgen conductas que se incentivan o se desincentivan (lean, por ejemplo, por qué debemos desconfiar del timeline como fuente de nuestra red interna). No me extiendo, pero conviene saber que para convertir las herramientas de comunicación digital en fuentes de cooperación y gestión del conocimiento poderosas, deberemos llevar a la gente de lo sencillo (¡me gusta!) a lo complejo (alimentar una wiki). Pero sin participación sencilla, abierta y sin barreras no ocurrirá. Algo como Telegram, cuyo funcionamiento se conoce casi de modo esponténeo, lo facilita. Pero, si se observa bien, tiene límites para aprovechar mejor lo que la gente ha compartido.

“Al margen de sus jefes”

Las comunicaciones distribuidas (las redes sociales que conocemos son redes distribuidas sobre una base centralizada, las reglas del dueño de la plataforma) esencialmente permiten que cualquier persona (nodo) pueda comunicar con otra sin que pueda impedirse.

El rol del jefe tradicional ha sido el del control de la información, reservando u ocultando a su conveniencia el flujo de lo que hay que saber y se puede saber. Por otro lado, los jefes tradicionales son fiscalizadores de opiniones pudiendo generar incluso represalias u omisiones en la atribución del mérito gracias a su poder y su control de la información. Argumento que, por cierto, se resalta en el artículo: “Si nos informaran mejor y un cuerpo no se guardara los datos para ellos solos no sería necesario que nosotros tuviéramos este tipo de redes para conocer los peligros a los que nos enfrentamos”

Aquí las lecciones son varias. Quieras o no, para empezar, la gente se va a comunicar de modo mucho más extenso que las redes informales de oficina. Así que prohibirlas no sirve de mucho: sus móviles privados harán lo que tu red prohibe. Mejor si las canalizamos nosotros. Y con herramientas propias, no sólo para no depender de servicios ajenos que imponen políticas y desarrollos no siempre alineados con nuestros intereses, sino por los condicionamientos de un servicio de seguridad.

Otra más: la gente es capaz de coordinarse y compartir información para resolver sus problemas de trabajo (“luchar contra la delincuencia”) sin necesidad de que un jefe dé órdenes o lo fiscalice. ¿Por qué no aprovechar toda esa energía en vez de mantenerla oculta? Ok, sí, seguirán haciendo grupos privados para cosas que requieren su intimidad, pero eso es inevitable y sano: me pasa a mi, mis grupos de trabajo tienen grupos en whatsapp al margen de los de la oficina porque soy “el jefe” y hay sinceridades que requerirán espacios más adecuados.

La cuestión es sacar lo que la gente tiene en sus cerebros, que lo comparta, que sea encontrable, recuperable y transformable.

Finalmente, démonos cuenta cómo la digitalización por sí misma, se quiera o no se quiera, cuestiona la jerarquía tradicional y el rol del mando convencional, por no hablar de la estructura organizativa: las redes hacen una cosa diferente, más plana, más contributiva, más aprovechable y, creo yo, más interesante y divertida. ¿Desaparece la jeraraquía? No, alguien tiene que firmar los cheques, pero sin duda el peso entre el poder y influencia, del mérito y el “porquemedalagana” adquieren proporciones diferentes.

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Un Comentario

  1. Publicado 13 enero, 2015 en 17:55 | Permalink

    Me pregunto qué opinan los jefes de esos policías sobre el uso que hacen de la herramienta. Porque me da la sensación que la Policía (como institución) tiene pendiente la misma lección que de este caso podrían extraer las empresas.

    Sin ir más lejos… http://www.gaceta.es/noticias/policia-nacional-decreta-cierre-informativo-13012015-1703

    They just don’t get it.