Una cuenta en twitter con diez años de antigüedad

Twitter me ha advertido de mi décimo aniversario de presencia en el servicio. La red del pajarito se fundó en 2006, pero realmente no fuimos muy conscientes de él hasta precisamente 2007, momento de la creación de mi cuenta. Es, ciertamente, un acontecimiento pequeño y verdaderamente intrascendente, pero al verlo he pensado en los cambios que se han producido desde entonces.

Twitter ha alcanzado cotas de influencia poco imaginadas entonces. Donald J. Trump lo confirma cada día. Pero al tiempo que se ha convertido en una fuente de referencia para todos los medios masivos y en uno de los feudos favoritos de las personas públicas para dar a conocer sus pensamientos (sic), su desempeño como sociedad cotizada es mediocre cuando no decepcionante. El rendimiento como soporte publicitario es poco entusiasmante y está envuelto en polémicas constantes por el cyberbullying más o menos estúpido.

El móvil, la movilidad y la ominicanalidad está consolidada. En ese mismo 2007, al tiempo que había que enviar tuits por SMS (trinos, en Colombia: es precioso), apareció el iPhone. Todos sabemos que nada ha vuelto a ser lo mismo. El interfaz móvil con acceso a datos se encuentra, virtualmente, en todas las manos y se puede decir que cada día más en los rincones del mundo donde una cuenta de acceso a la red supone bastante dinero del presupuesto de una familia. Las redes wifi acompañan esa carencia relativa, por lo que el acceso a la red individualizado y para cualquiera es la regla, más que lo contrario. Y queda mucho por ver en el acceso móvil.

El vídeo y la audiovisualización de la comunicación avanzan inexorablemente. Formatos popularizados por Snapchat e Instagram como referencia extienden narrativas carentes de texto o muy simplificado, en figuras verticales y con su tratamiento posterior con iconos (sí, e-mojis también). YouTube nació en 2005 y fue en el final de 2006 cuando Google se hizo con él por un precio que pareció exorbitante y que hoy creo que sería un regalo. Los ejecutivos de televisión no entendían nada e iniciaron la guerra contra él. Los youtubers no son de hoy, vienen con la herramienta casi como una funcionalidad, pero ahora se consolida como fuente de entretenimiento alternativo al audiovisual convencional para las últimas generaciones venidas al mundo con móvil y wifi por defecto. Convertido en repositorio de casi cualquier cosa (educación y «saber cómo» entre ellos), avanza como buscador… haciendo que muchas personas busquen una respuesta audiovisual de consumo sencillo para sus demandas de información frente al interfaz de texto. El retorno de los chats unidos a servicios de voz introducen una nueva degradación del texto y la lectura para decepción de muchos. No sabemos si realmente hace una Humanidad más tonta. Seguramente, no: te hace tonto la falta de educación.

De herramientas de «empoderamiento y participación» hemos pasado a «redes sociales» como competidores de la televisión y distribuidores de noticias. Twitter se llamaba entonces «microblogging«. Los periodistas lo titularon «red social». Como otros competidores de ese entorno que adquirieron fama posterior, nacieron sin saberse muy bien para qué servían ni cómo ganarían dinero. La respuesta vino de la publicidad que, si bien en aquellos años se pretendía hackearla para terminar con la interrupción, ha resultado que la estructura de medios clásicos es lo que mejor se adapta para hacerlas viables incluyendo la persistencia de la interrupción: tomo datos de audiencia y se los vendo al anunciante. Por el camino bloqueo el acceso a la marca para ser visto y le cobro por ello. Como la televisión, la radio… Ahora ya ofrecen vídeo también y quieren entrar en el entretenimiento. La generación de hackers y científicos que fundó internet esperaba un mundo donde, gracias al enlace y las herramientas de autopublicación, todo el mundo era creador y desnudaba a empresas e instituciones. Al final, como diría el clásico «me prometisteis colonias en Marte y en su lugar tenemos Facebook». El caso es que lo primero también sucede, pero de otra forma. Y compiten por el tiempo de atención que se llevaban los medios de la era industrial.

Las grandes empresas, las pequeñas empresas y las instituciones públicas se han volcado en la red. En 2010 yo me sentaba con el director de una división de una empresa que por sí sola facturaba más de mil millones de euros y le enseñaba a poner una arroba en Twitter. Y me pagaban. Ahora las empresas más vanguardistas crean incubadoras de start-ups tecnológicas y han pasado del pánico a las redes sociales a su aceptación y, después, al aburrimiento. No para todas es un gran canal de comunicación y ventas, las minicrisis diarias de insultos y usuarios frustrados ya no provocan reuniones de alta dirección. En cierta forma, existe una asimilación del lenguaje digital (para este comentarista, no es la soñada) y aunque con cierto pánico a la disrupción, la dichosa transformación digital está aquí para quedarse y se aborda con más o menos sosiego. Pero, al despertar, Amazon sigue ahí y sigue siendo lo más interesante que se puede encontrar como forma de pensar y como negocio que reinventa el mundo.

Hay más (intento de) control de los gobiernos y más presión regulatoria. Mientras en 2007 discutir sobre Ramoncín y la piratería era uno de los entretenimientos favoritos de lo que se llamaba «la red», hoy el nuevo canon digital no incencia nada. La accesibilidad a la música y el vídeo (Spotify, Netflix, Apple Music, Amazon, Apple Music, Wuaki o Filmin…) por la vía del streaming empieza a tener caracter estructural, así que hasta los descargadores más conspicuos están aburridos de los torrents y usan servicios que se consideran «legales» con toda normalidad. Por el camino, el conflicto entre seguridad, accesibilidad y anonimato se agudiza como gran tema social (Wikileaks, Manning, NSA, regulación sobre «neutralidad») junto a la presión por el uso autorizado y ético de los datos personales. También amenazar, insultar y, vaya por dios, la pura opinión se están volviendo más arriesgadas.

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En Twitter ya no se ven ballenas elevadas por pájaros. Muchas de las personas que conocí cuando creé mi cuenta en Twitter hoy están cerca de mi tanto profesionalmente como personalmente. Desde hace mucho, ya no me ocurre con nuevas personas. La computación en la nube avanza inexorablemente y el glamour de la tecnología se ha desplazado al coche autónomo y a la inteligencia artificial, en un ambiente de reflexión social más cercano a la llegada de una distopía que al optimismo de Asimov, que nos gustaba tanto.

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3 Comentarios

  1. Publicado 23 julio, 2017 en 11:15 | Permalink

    Fantástico post.

    • Publicado 23 julio, 2017 en 12:27 | Permalink

      🙂

  2. Publicado 24 julio, 2017 en 9:51 | Permalink

    Qué lejos parece todo.
    La condensación de tiempos de lo digital hace más difícil tener perspectiva de estos 10 años que de 100 cuado el mundo era analógico.
    Estupendo post, sí 🙂