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Olvido, nostalgia y presente
Visto lo visto, este blog debería denominarse ahora «nostalgia digital». Casi un año sin sentir el arrebato de decir algo con presunción de originalidad. Quizá este comentarista ya sólo ve la digitalización por sus desperfectos… o por su desmemoria.
Escribía en Twitter Ángel Barbero la otra tarde que sus alumnos pusieron cara de desconcierto al mencionarles FourSquare, incluso en comentarios él mismo amplía su asombro recordando que se trata de FourSquare y no del IRC. Los enlaces están para resolver la vida de jóvenes o desmemoriados. Por cierto, interesante el pivote de FourSquare hablando a los mayores, he aprendido algo que no sabía.
Seguramente tiene sentido empezar a volver la vista atrás para mirar cómo se planteó la digitalización, lo que ha pasado y lo que está pasando. La perspectiva permite entender mejor los cambios, opino. Precisamente hace unas semanas en Bogotá me vi en el aprieto de tener que hablar de lo que fuera en un evento dedicado a nuevas narrativas audiovisuales y decidí resolverlo volviendo a contar algo que hice hace diez años… sólo que al no encontrar el original y ponerme a reconstruirlo salió algo que me resultó inesperado basado en ir recordando hitos y reflexiones pasadas.
Me permitía, esa era la buena nueva, extraer conclusiones más o menos frescas o mejor explicadas que cuando las empecé a pensar. No debe entenderse demasiado sin mis palabras, pero aquí dejo incrustado lo que fue.
Al final, el punto de partida era imaginarse y explicar a alguien nacido después de 1995 por qué el audiovisual que consume hoy es el que es y, para alguien anterior o muy anterior, por qué todo lo que amó ha desaparecido como tal aunque siga ahí.
En mi clásica tendencia a la iconoclastia resultaba evidente que los jóvenes creadores debieran borrar de su cabeza los mitos culturales del siglo XX acerca de la imagen para que no les condicione la ambición artística de un mundo de pantallas pequeñas, portátiles, personalizadas y que tienen un consumo mucho más intenso y dedicado que la presuntamente enorme que fueron los cines. Seguir diciendo «nuevas» tecnologías a quien nació con ellas resulta, por tanto, una apuesta hacia el desconcierto.
Por cierto, casi nadie conocía las referencias que usé y que eran posteriores a 2006.