El siempre excelente Alex Touriño publica un artículo en La Información dando su opinión jurídica sobre la legalidad de comprar usuarios en Twitter. Su conclusión es bastante evidente: es contraria a derecho. Lo hace apoyándose en un precepto legal que, para el lego, resulta resbaladizo. Y es que sería contrario a la moral y las buenas costumbres. Un lector opina que va más allá: «la entiendo nula por ser simulada, ya que persigue un engaño a terceros (como mínimo hacer creer a otros que tienes una reputación on-line que no es cierta)». Léanlo.
Pero todavía más interesante es leer los comentarios que casi en bloque realizan varios servicios dedicados a la cuestión: no parecen disimular su identidad. Defienden su legalidad y, no cabía esperar otra cosa, su utilidad. Existe uno que, asombrosamente, habla de «comprar tu imagen» y que esto sirve.
Yo no lo creo. La mentira tiene piernas cortas. Y en la red, mucho más: cualquier profesional de este campo con un mínimo de coherencia conoce casos de este tipo que, en mi opinión no conduce a nada. Sobre todo, es la forma más curiosa de hacerse trampas al solitario: ¿qué motivo hay para interesar a extrañas cuentas ficticias?. Pero es evidente que hay gente a la que le gusta presumir de número de seguidores o que se encuentra muy desnudo lanzándose al mercado desde cero.
Está pasado de moda, pero el fundamento sobre el que se fundó la web social era, precisamente, el de la honestidad. Más aún, el del control inevitable de tu consistencia pues serás descubierto.
Como todo el mundo sabe, la tecnología suele ser de doble uso: valen para el bien y para el mal dependiendo de quién la use. Eso sí, a este blog le llegan toneladas de comentarios spam que para Akismet y que nunca llegan a verse. Pero, hay quien lo sigue haciendo.