¿Y por qué nosotros no? Innovación y política

Andres Oppenheimer y la innovaciónAndrés Oppeneaimer publicó en 2014 un libro titulado «Crear o Morir» que ha caído electrónicamente en mis manos estas vacaciones.

Oppenheimer se preguntaba a raíz de la muerte de Steve Jobs por qué en los países de América Latina e implícitamente en España, no surgían tipos como Jobs, Gates y el resto de magnates de la tecnología que conocemos.

También se pregunta en qué consisten las circunstancias por las que en Estados Unidos sí ocurre este tipo de innovación y no en otras partes del mundo.

Desde luego no es el único ni únicamente para América Latina. De forma recurrente, al menos en el Reino Unido, me he tropezado con discusiones sobre el por qué Europa no tiene su Amazon ni su Apple.

Debe apuntarse que los orígenes y causas de la innovación es un asunto tratado por muchos investigadores.

La innovación, tema central

La respuesta que da en su búsqueda Oppenheimer no es el asunto hoy. Lo es su justificación del por qué de su investigación periodística. Cito: «Se trata de una pregunta fundamental que debería estar en el centro del análisis político de nuestros países, porque estamos viviendo una economía global del conocimiento, en que las naciones que más crecen – y que más reducen la pobreza – son las que producen innovaciones tecnológicas«.

Tras meses con un gobierno interino, la pregunta se vuelve muy pertinente en un país como España.  A la espera de qué clase de impulso político se le da al país y con el reto de unas cuentas públicas maltrechas y una tasa de paro históricamente inadmisible, esta clase de preguntas no existen en el escenario del debate público que las élites plantean a la sociedad.

¿Pobreza de las élites? Puede suceder que, además de ello, sea un problema demasiado elevado o lejano para la vida cotidiana. El buen liderazgo debe ser capaz de hacerlo asequible.

Un debate pendiente

Además de en España, trabajo en Colombia y Perú y me mantengo muy en contacto con el mundo de la tecnología latinoamericana. Mi sensación personal es que las élites latinoamericanas están más cerca – fracasen o no – de disponer de una sensibilidad capaz de introducir en la agenda social y política un problema de esta clase. Chile o la ciudad de Medellín serían ejemplos.

La transformación digital (leamos innovación acelerada) también es un problema de contextos: de qué ambiente nos rodeamos para que fluya la innovación.

No es cuestión de torturarse y pensar que se vive en un mundo maldito e irresoluble porque no lo haya (tentación muy española), sino de por lo menos hacerse la pregunta.

Hacérsela en concreto a la clase política y las élites patronales y sindicales.

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